Lucas 17:26
¿Qué tan grande fue lo que ocurrió en esos tiempos que la Biblia los denomina “los días de Noé”? Dios describe a Noé como una figura que marcó un periodo en la historia humana. Este periodo, correspondiente a los primeros 2000 años desde Adán en adelante, es llamado “los días o los tiempos de Noé”. En la Biblia se menciona que, de la misma manera que ocurrió en los tiempos de Noé, sucederá también en los días en que venga el Hijo del Hombre. Esto significa que la maldad o la condición de la humanidad será una réplica de lo que caracterizó a la generación de Noé.
En el verso 27, se describe cómo vivía la generación de Noé: comían, bebían y se casaban. Ninguna de estas actividades en sí mismas es pecaminosa. Comer no es pecado, beber no es pecado, casarse no es pecado. Sin embargo, el problema radicaba en que estas actividades normales ocupaban todo el tiempo de las personas. Estas acciones se volvieron su prioridad, desplazando completamente a Dios. Cuando algo toma el lugar de Dios en nuestras vidas, eso se convierte en pecaminoso, porque ya no se hace bajo Su dirección. Comer sin Dios, beber sin Dios, casarse sin Dios lleva inevitablemente al desorden. Así, surgieron pecados relacionados: la adoración de dioses de la comida, la gula; fiestas descontroladas que terminaban en embriaguez; adulterios, fornicaciones y actos contrarios a la naturaleza, como el homosexualismo (Romanos 1:27). Incluso las relaciones maritales se distorsionaron, permitiendo mezclas contrarias al diseño divino, como hombres con hombres, mujeres con mujeres, e incluso actos con animales.
El sexo, según Dios, es bueno, pero tiene un límite. Dios lo reservó, lo guardó, lo preparó para el matrimonio, no para ser practicado fuera de él. Cuando no se respeta esta regulación divina, hasta los actos más inocentes pueden volverse terribles. Dios tiene un orden, y ese orden no es arbitrario; es para nuestro beneficio. Cuando rompemos el orden que Dios estableció, terminamos causándonos daño a nosotros mismos. El orden de Dios es para nuestro bien.
El texto sagrado afirma que así será también en los días del Hijo del Hombre. Los “días de Dios” constan de varias etapas en las que Dios juzga a la humanidad:
Primera Etapa: Advertencia
Dios siempre advierte antes de ejecutar un juicio. Nadie cae bajo juicio sin haber recibido primero una advertencia.
Segunda Etapa: Separación
En cada etapa de juicio, Dios separa a los justos de los injustos. Este acto de separación asegura que los justos sean protegidos antes de que caiga el juicio.
Tercera Etapa: Castigo
Cuando el juicio llega, se manifiesta como un acto de castigo contra la maldad y el pecado.
Cuarta Etapa: Redención
Tras la ira de Dios, viene Su misericordia. El juicio no es el fin, sino un medio para llevar a cabo la redención de aquellos que son fieles y arrepentidos.
La narrativa de los días de Noé es un recordatorio para nuestra generación. Nos llama a reflexionar sobre nuestras prioridades y a mantenernos alineados con el orden divino, reconociendo que cuando nos apartamos de él, nos enfrentamos al caos y al juicio. Sin embargo, también nos invita a confiar en la redención que Dios ofrece tras el arrepentimiento y la obediencia.
Génesis 6:13
Dios declaró a Noé: “He decidido acabar con toda la humanidad, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; así que voy a destruirla”. Este mensaje revela la magnitud de la corrupción que había alcanzado el mundo en aquel tiempo. En nuestra época, podemos ver reflejos de esa misma situación. Muchos migran de sus países buscando paz y prosperidad, pero pronto descubren que las dificultades persisten en otros lugares. En Perú, por ejemplo, la violencia es una preocupación constante; quienes se trasladan a países como Estados Unidos enfrentan otro tipo de problemas. Además, en el ámbito espiritual, vivimos una realidad alarmante: hay muy pocas iglesias que predican la sana doctrina.
Las personas están atrapadas en un ritmo de vida agitado, centradas en el trabajo y los negocios. Este estilo de vida obliga a muchos a tener dos empleos o a trabajar todo el día, dejando poco o nada de tiempo para Dios. En otros países como Chile, la situación es similar, mientras que en lugares como Colombia, Brasil y Europa, la decadencia moral es preocupante. En Brasil, los carnavales, la prostitución y la proliferación de relaciones fuera del diseño divino son evidentes. Europa, por su parte, refleja un vacío espiritual profundo, donde la búsqueda de Dios ha sido reemplazada por el materialismo y la indiferencia.
Sin embargo, todavía existe la libertad de predicar el evangelio en muchos lugares. Podemos usar micrófonos, parlantes o incluso reunirnos en espacios abiertos para compartir la palabra de Dios. Pero en muchas regiones, esta libertad es ignorada o enfrentada con burlas e insultos. Las personas, absorbidas por sus intereses materiales, han relegado a Dios a un lugar inexistente en sus vidas.
En el relato bíblico, Dios observa esta situación y declara a Noé: “He decidido poner fin a todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos”. Cuando la Biblia dice que la tierra estaba llena de violencia, se refiere a un mundo dominado por el odio y la maldad. Dios habló con Noé en cuatro ocasiones (Génesis 6:3; Génesis 7:1-4; Génesis 8:15-17; Génesis 9:1-17), y Noé nunca respondió con palabras. Su silencio refleja una fe y obediencia absolutas. La única vez que se registra que Noé habló fue para maldecir a su hijo, quien lo deshonró al verlo semidesnudo.
Dios no solo le informó a Noé sobre la destrucción inminente, sino que también le explicó las razones. Esto nos muestra un principio constante: Dios siempre revela su voluntad a sus siervos (Salmo 25:14; Amós 3:7). En este caso, al anunciar el diluvio, aprendemos que Dios tiene límites. Aunque es ilimitado en poder, santidad y grandeza, su paciencia tiene un fin.
Los eventos del diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, y los castigos a Israel demuestran que Dios es paciente, pero también justo. Como dice 2 Pedro 3:9, “Dios es paciente porque no quiere que nadie perezca”. Sin embargo, llega un momento en que declara: “Hasta aquí”, porque conoce el corazón del hombre y sabe cuándo este se ha endurecido hasta el punto de no arrepentirse.
Si Dios no interviniera con una gran tribulación, la humanidad se destruiría a sí misma, como habría ocurrido en los tiempos de Noé si no hubiera enviado el diluvio. Por tanto, el diluvio no solo fue un acto de justicia divina, sino también una necesidad para preservar la creación. De la misma manera, la gran tribulación futura será un medio para restaurar el orden de Dios en la tierra, actuando con justicia y dando oportunidad de redención a quienes están dispuestos a escuchar y obedecer Su voz.
Primera de Corintios 3:17
Este pasaje nos recuerda que, cuando el hombre destruye el templo de Dios, también está destruyendo a sí mismo, pues el templo de Dios es el cuerpo humano. Hoy en día, observamos cómo las personas dañan sus cuerpos de múltiples maneras. La prostitución, por ejemplo, ha alcanzado niveles alarmantes, con un número creciente de mujeres vendiendo sus cuerpos en las calles. Además, actividades ilícitas como la pornografía, el tráfico de armas y el narcotráfico generan enormes ganancias, atrayendo a más personas debido a la crisis económica que enfrentan.
La Escritura señala que “la tierra se había corrompido”, indicando un nivel de degradación moral y espiritual tan profundo que la restauración ya no era posible. De manera similar, nuestro mundo actual se está preparando para recibir a un Mesías falso, que engañará a las naciones. Vendrán tiempos de caos y desesperación; la gente huirá en busca de comida, incluso en basureros, y los pastores serán perseguidos y ejecutados por proclamar la verdad.
En el pasado, Dios destruyó el mundo por medio del diluvio. Sin embargo, Su palabra declara que los cielos y la tierra actuales están reservados para el fuego, guardados hasta el día del juicio y la destrucción de los impíos. La Biblia describe este juicio futuro como un tiempo de sufrimiento extremo: los hombres arderán en las calles, sentirán un dolor tan intenso que se morderán las lenguas y recibirán una marca en la frente o en la mano derecha. Esa marca les provocará úlceras y llagas pestilentes. Buscarán agua, pero no la encontrarán, y el dolor será insoportable (Apocalipsis 16:1-4).
A pesar de todo, Dios siempre tiene un plan. En el caso de Noé, Dios le dio instrucciones detalladas para construir un arca. Le dijo: “Hazte un arca de madera de gofer; harás compartimentos en ella y la cubrirás con brea por dentro y por fuera”. Este mandato demuestra que, cuando Dios llama a alguien, también le capacita para cumplir Su voluntad. No se necesita ser profesional ni tener títulos; basta con tener fe y obediencia.
La perseverancia de Noé es un ejemplo extraordinario. Aunque no tenía apoyo de otras personas ni herramientas avanzadas, confió plenamente en Dios. En Éxodo 31:2-3, vemos cómo Dios eligió a Bezalel de la tribu de Judá y lo llenó de Su Espíritu Santo, dotándolo de sabiduría, inteligencia y habilidades artísticas y científicas. De manera similar, Dios le dio a Noé el entendimiento necesario para construir el arca, organizar las provisiones y cuidar de su familia y de los animales durante el diluvio, un proceso que duró casi un año.
Dios no ha cambiado; sigue siendo el mismo de ayer, hoy y siempre. Él puede usarnos de maneras extraordinarias si confiamos en Él. Su Espíritu nos capacita para cumplir Su propósito, sin importar nuestras limitaciones humanas. Así como Noé, estamos llamados a obedecer con fe y perseverancia, confiando en que Dios nos guiará y proveerá todo lo necesario para cumplir Su voluntad.
Éxodo 31: 2-3
Este pasaje es para quienes piensan que no pueden, que no tienen las condiciones o que no saben cómo hacerlo. La Escritura dice que Dios escogió a Bezalel, de la tribu de Judá, y lo llenó con su Espíritu Santo, dotándolo de sabiduría e inteligencia. Es decir, este hombre se convirtió en un científico, pues la ciencia incluye la matemática, y además, en un artista, sin haber estudiado previamente.
De manera similar, Dios obró con Noé, llenándolo de su Espíritu y dándole entendimiento sobre toda la ciencia necesaria. Noé debía conocer muchas cosas: cómo construir el arca, cómo mantenerla durante los días de lluvia y el tiempo que iba a durar el diluvio, que fue casi un año. También debía saber qué provisiones cargar para alimentar a los animales y a su familia. Todo esto se lo reveló Dios.
Dios no ha cambiado; sigue siendo el mismo ayer y hoy. Por lo tanto, Él puede usarte de manera poderosa si confías en Él.
Hebreos 11:7
Cuando la Biblia utiliza la expresión “lo que no se veía”, se refiere a algo que nunca había sucedido, ni siquiera algo parecido. Estamos hablando del Medio Oriente, una región donde no llueve. Sin embargo, cuando Dios le dijo a Noé que venía un diluvio, él, obediente, comenzó a preparar el arca. Por esa fe, condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que proviene de la fe.
¿Qué significa esto? Que cuando alguien hace la voluntad de Dios, Dios condena a quienes, pudiendo hacerlo, no lo hacen. Imagínese en el Tribunal de Cristo, donde Dios le pida cuentas, comenzando por su tiempo: “Señor, yo pensaba que el dinero, el trabajo, y otras cosas eran más importantes…” Y el Señor responderá: “No, Yo te di 24 horas cada día para que me sirvieras. De esas 24 horas, ¿cuántas me dedicaste?”
Noé le creyó tanto a Dios que hizo todo lo que Él le mandó. Por ejemplo, en la época de Noé no existía brea para sellar el arca, pero Dios le enseñó cómo crearla. Todo lo relacionado con el arca, como la madera de “gofer”, fue revelado por Dios. En hebreo, no existe un tipo de madera con ese nombre; se cree que “madera de gofer” hace referencia a un tratamiento especial que permitía soportar el peso y flotar. Dios le dio a Noé todas las instrucciones, pero él tuvo que hacer el trabajo.
Hoy, debemos trabajar en la obra de Dios mientras tengamos oportunidad. Construyamos para el reino de los cielos, veamos el fruto de nuestro esfuerzo en las almas que cuidamos. Sentiremos gozo y tranquilidad al saber que Cristo viene, y que cuando llegue, nos encontrará con algo que ofrecerle. Si permanecemos inactivos, sin movernos por Dios, no servimos para nada.
El arca de Noé representa a Jesús, y el diluvio, la gran tribulación. Si quieres escapar de esa gran tribulación, sirve a Dios y búscalo con todo tu corazón.