El servicio a Dios
Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”. Por ello, servir a Dios es un honor y un privilegio.
Sin duda, sin el Señor nada podemos hacer. Al ser conscientes de Su llamado, debemos fortalecer nuestra fe en Él, servirle con amor y, como Pablo, declarar: “Su gracia no ha sido en vano para conmigo”. Servir a Dios es un privilegio especial. Veamos este interesante estudio.
Servir a Dios es una bendición
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7).
Cuando nos acercamos y conocemos al Señor Jesucristo, surge en nuestro corazón un profundo deseo de servirle. Este impulso nos lleva a actuar apasionadamente para Su gloria. Al hacerlo, es esencial considerar los fundamentos que nos enseña este pasaje de 2 Corintios 4:7.
El apóstol Pablo destaca tres frases clave:
Somos instrumentos en manos del Alfarero, y toda la gloria pertenece exclusivamente a Él. Es por Su gracia que somos salvos y podemos participar en Su obra. Aquellos que sirven con mansedumbre y humildad reflejan el poder y la excelencia del Señor, haciendo que Su nombre sea glorificado.
El llamado de Dios y nuestras imperfecciones
1 Corintios 1:27-29 dice:
“Dios escogió lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte; y lo vil y menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en Su presencia”.
Dios no nos llama por ser perfectos, sino por Su gracia y poder transformador. Un claro ejemplo es Pedro, quien, pese a sus errores e impulsividad, fue escogido por Jesús y moldeado por el Espíritu Santo hasta convertirse en un instrumento poderoso para la predicación del evangelio.
A través de las pruebas y errores, Dios nos transforma y nos enseña. Su gracia es suficiente para capacitarnos, y Su propósito prevalece. Todo lo que hacemos y tenemos proviene de Él, por lo que la gloria y la honra siempre deben ser dadas al Señor.
Dependencia del Espíritu Santo
La Escritura enseña que todo creyente nacido de nuevo experimenta un deseo genuino de servir a Dios. Sin embargo, este servicio debe fundamentarse en la dependencia del Espíritu Santo.
Jesús mismo nos dio el ejemplo:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos… a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:16-19).
El ministerio terrenal de Jesús comenzó después de ser ungido por el Espíritu Santo. Su servicio sobrenatural fue una manifestación del poder de Dios obrando a través de Él. De igual manera, nosotros necesitamos la unción del Espíritu para cumplir eficazmente con nuestro llamado.
Conclusión
Servir a Dios es un gran privilegio y un honor. Aunque enfrentemos dificultades, el Señor está con nosotros. Su gracia nos sostiene, Su Espíritu nos capacita, y Su amor nos transforma.
Adelante, no desmayes. Persevera en tu servicio al Señor, sabiendo que Él está contigo, cuidándote y guiándote en cada paso. ¡Toda la gloria sea para Dios!