¿Cómo es la iglesia que Dios quiere? (Parte 3)

Texto bíblico Juan 16:16 al 24

Jesús se está dirigiendo a sus discípulos porque cuando él comienza a decir que es necesario que él muera, que es necesario que él vaya a la cruz, él ya no iba a estar con sus discípulos. Hubo tristeza en el corazón de cada uno de ellos, sintieron dolor por el hecho de que Jesús no iba a estar físicamente con ellos, pero el Señor dice que es necesario que entre vosotros haya tristeza. Nuestro Señor Jesucristo compara esa tristeza que sentimos los creyentes con las pruebas, la persecución y todo lo demás, con la mujer cuando va a dar a luz. Sabemos que cuando una mujer va a dar a luz siente un gran dolor, ella llora, sufre, pero después, cuando le ponen al bebé en sus brazos, ella se olvida del dolor. Ella siente una alegría tan grande de haber traído un hombre a la Tierra. Entonces, así compara Dios la vida cristiana antes de su venida. Jesús nos está haciendo entender que la vida cristiana nunca jamás será una vida color de rosa, siempre va a haber aflicciones. Si no hay aflicciones, no es una vida cristiana. Las hay dentro y fuera de la casa de oración, y es necesario pasar por todo ello para ir creciendo, moldeándonos y pareciéndonos más a nuestro Señor Jesucristo.

Continuando con el tema, Jesús está hablando todas estas cosas, y sus discípulos entre ellos se preguntaban porque no entendían lo que dijo: “que va a ir donde el Padre, todavía un poco y no me veréis”. Jesús se da media vuelta porque sabía lo que ellos estaban hablando y les aclara explicándoles lo que quiso decir. Les aclara que sí es cierto que él se iba a ir, pero que también no los iba a dejar abandonados. Iba a dejar el Espíritu Santo. Por eso dice “pidan lo que queráis”; no está hablando de dinero, está hablando de su presencia, porque de eso está hablando Cristo en ese momento.

Nosotros tenemos la seguridad de que Cristo viene y así será, pero la pregunta no es saber si Cristo viene. La pregunta es: ¿cómo está la iglesia ahora que Cristo viene? La iglesia, como la vemos, como nosotros la percibimos, está dormida. Nosotros como creyentes estamos dormidos, cada uno por su cuenta. En Isaías dice 55:8: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra”. Y vemos que la persona está tan cegada, el diablo lo ciega con el mundo, con los negocios, con las cosas materiales, que no logran percibir que su propia alma, espíritu, familia e hijos, todos se están desbarrancando al infierno. Muchos creen que cuando lleguen al cielo va a haber como una especie de amnistía, que Dios, por pena, no va a enviarte al infierno o porque le caes demasiado bien y te quiere demasiado, no va a enviarte al infierno. Eso es falso; así no trabaja Dios. Nadie se va a escapar, y nadie va a entrar al Reino de los Cielos estando contaminado. Cuando su Dios no es el Dios vivo y verdadero Jesucristo, nadie va a entrar al Reino de los Cielos en pecado, nadie absolutamente nadie: ni los maestros de las iglesias, ni los pastores, ni los teólogos. Nadie va a entrar al cielo con el corazón contaminado. Y algunos también se engañan pensando que en el último minuto van a tener chance. Tiene una cierta verdad y, a la vez, es falso. Suena que yo me voy a predicarle a esa persona que no quiere saber de Dios, pero está para morir, y yo le digo: “acepta a Cristo”, y lo hace, repite conmigo la oración. Pero no lo hace porque está arrepentido, lo hace simplemente porque le estoy dando una opción antes que se muera. Eso no es aceptar a Cristo. ¡Cuidadito! A veces nos hacemos esa idea: “mi pariente al final se arrepintió porque cerró los ojos y repitió la oración”. Repetir simplemente una oración no hace que yo nazca de nuevo. Para que haya un arrepentimiento verdadero, tiene que haber un tiempo más o menos regular, donde la persona durante ese tiempito tiene chance de quebrantar ese duro corazón, rendirlo a Cristo, confesarlo como Señor y Salvador, nacer de nuevo. Entonces alcanza la vida eterna.

Lista de aquellos que creen que son la iglesia, pero no lo son:

  1. La iglesia por la que viene Cristo tiene mucho en lo material, pero no tiene nada en lo espiritual
    Mateo 19:27-30
    El problema es que aquellas personas que tienen mucho en lo material, esas cosas poseen su corazón, toman su vida. Esas cosas valen más que Dios. Cuando eso sucede, esa persona está engañada. La persona cree que por cumplir su ritual religioso se va a ir al cielo, pero ellos tienen otro dios porque esas cosas materiales poseen su tiempo, su corazón, son el primer lugar en su vida.
  2. La iglesia por la que Cristo viene no son aquellos que lo dicen, sino aquellos que lo demuestran con sus acciones
    Hechos 11:26
    Muchos dicen ser cristianos porque van a una congregación, cantan coros, llevan una Biblia bajo el brazo. Eso no define que eres cristiano, te define si has nacido de nuevo y tus frutos lo demuestran. En este pasaje nos dice que los cristianos congregaban todo un año, da a entender que lo hacían fielmente. Eso es importante en la vida del cristiano: que se consagre. Cada día iban a la casa de Dios a adorar al Señor. O sea, que el cristiano no congrega a veces, sino siempre, en tiempos buenos y tiempos malos. Además, cuando han sido disciplinados, se ha visto que ya no quieren volver a participar porque piensan que ya no son siervos de Dios. Pero aun en las dificultades y aflicciones, Dios nos puede usar, y podemos ver su gloria. Sin embargo, antes de ser cristiano, yo tengo que ser discípulo. Un discípulo es aquel que aprende y sigue los pasos de su maestro, que es nuestro Señor Jesucristo. Así como estuvieron al lado del Señor sus 12 discípulos, ahí recién se les puede decir cristianos.
  3. La iglesia por la que Cristo viene tampoco son aquellos que van a la iglesia solo a servir de lengua cuando lo ven
    Gálatas 5:22
    Lamentablemente, se ha visto que cristianos solo sirven de boca, cuando dicen: “sí, voy a servir a Dios, yo hago”, y en realidad no han hecho nada. O también se ha visto que empiezan a quejarse diciendo: “yo no más hago, a mí nomás me tienen limpiando, solo a mí me dicen para hacer”. Lo dicen indignados, hasta con cólera. No se les puede decir que son cristianos porque el cristiano lo hace con gozo para su Señor. Cuando tú haces el bien estás haciendo la voluntad de Dios. También corres el riesgo de desmayar, de dejar, de hartarte, de cansarte, de sentirte mal. Tú puedes estar haciendo el bien y te puedes sentir desanimado. Todos, creo, pasamos en algún momento por ahí: “estoy haciendo la voluntad de Dios y, en lugar de ver que la gente se convierte, más duros se vuelven”. Puedo sentirme desanimado, cansado, harto, indignado. Todos pasamos por esos momentos, pero la palabra aquí me dice: no te canses de hacer la voluntad de Dios porque a su tiempo segaremos, pero añade: si no desmayamos. Si es que antes de que recibas tu corona de victoria no tiras la toalla, la clave es que tú no llegues al punto de tirar la toalla. Si no tiras la toalla, segarás a su tiempo.

Gálatas 6:1
En este pasaje nos dice que si yo viera a mi hermano(a) andando por el camino, primero debo hablarlo con él o con ella y no debo ir directamente al pastor porque no es el orden bíblico. Porque después se vuelve un chisme, y luego lo sabe toda la iglesia. Mejor hagamos conforme lo dicen las escrituras para evitar problemas.

1 Tesalonicenses 2:7
¿Qué es el misterio de la iniquidad? En la Biblia aparecen dos misterios semejantes. Uno lo habla Pablo: es el misterio de la piedad, que se refiere a Cristo; toda la obra de expiación de nuestro Señor, de cómo nos llevó a reconciliarnos con el Padre. Pero a la vez existe un misterio que es contrario: el misterio de la iniquidad. Es pecado, pero usted va a ver en la Biblia que a veces aparece la palabra iniquidad y pecado separadas, pero tiene algo más. Tiene un poquito más porque iniquidad es el pecado del corazón y que mora en la persona. Entonces, iniquidad es malicia. Yo puedo estar callado, pero en mi corazón pienso hacer maldad y no puedo quedarme tranquilo. O sea, ya está en acción. Dice la Biblia que el misterio de la malicia, de la maldad, solo que lo que detiene a esa malicia es el Espíritu Santo en la iglesia. Busquemos de su presencia cada día para lograr llegar a la meta.

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