Texto bíblico Juan 16:16 al 24
Jesús se está dirigiendo a sus discípulos porque cuando él comienza a decir que es necesario que él muera, que es necesario que él vaya a la cruz, él ya no iba a estar con sus discípulos. Hubo tristeza en el corazón de cada uno de ellos, sintieron dolor por el hecho de que Jesús no iba a estar físicamente con ellos, pero el Señor dice que es necesario que entre vosotros haya tristeza. Nuestro Señor Jesucristo compara esa tristeza que sentimos los creyentes con las pruebas, la persecución y todo lo demás, con la mujer cuando va a dar a luz. Sabemos que cuando una mujer va a dar a luz siente un gran dolor, ella llora, sufre, pero después, cuando le ponen al bebé en sus brazos, ella se olvida del dolor. Ella siente una alegría tan grande de haber traído un hombre a la Tierra. Entonces, así compara Dios la vida cristiana antes de su venida. Jesús nos está haciendo entender que la vida cristiana nunca jamás será una vida color de rosa, siempre va a haber aflicciones. Si no hay aflicciones, no es una vida cristiana. Las hay dentro y fuera de la casa de oración, y es necesario pasar por todo ello para ir creciendo, moldeándonos y pareciéndonos más a nuestro Señor Jesucristo.
Continuando con el tema, Jesús está hablando todas estas cosas, y sus discípulos entre ellos se preguntaban porque no entendían lo que dijo: “que va a ir donde el Padre, todavía un poco y no me veréis”. Jesús se da media vuelta porque sabía lo que ellos estaban hablando y les aclara explicándoles lo que quiso decir. Les aclara que sí es cierto que él se iba a ir, pero que también no los iba a dejar abandonados. Iba a dejar el Espíritu Santo. Por eso dice “pidan lo que queráis”; no está hablando de dinero, está hablando de su presencia, porque de eso está hablando Cristo en ese momento.
Nosotros tenemos la seguridad de que Cristo viene y así será, pero la pregunta no es saber si Cristo viene. La pregunta es: ¿cómo está la iglesia ahora que Cristo viene? La iglesia, como la vemos, como nosotros la percibimos, está dormida. Nosotros como creyentes estamos dormidos, cada uno por su cuenta. En Isaías dice 55:8: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra”. Y vemos que la persona está tan cegada, el diablo lo ciega con el mundo, con los negocios, con las cosas materiales, que no logran percibir que su propia alma, espíritu, familia e hijos, todos se están desbarrancando al infierno. Muchos creen que cuando lleguen al cielo va a haber como una especie de amnistía, que Dios, por pena, no va a enviarte al infierno o porque le caes demasiado bien y te quiere demasiado, no va a enviarte al infierno. Eso es falso; así no trabaja Dios. Nadie se va a escapar, y nadie va a entrar al Reino de los Cielos estando contaminado. Cuando su Dios no es el Dios vivo y verdadero Jesucristo, nadie va a entrar al Reino de los Cielos en pecado, nadie absolutamente nadie: ni los maestros de las iglesias, ni los pastores, ni los teólogos. Nadie va a entrar al cielo con el corazón contaminado. Y algunos también se engañan pensando que en el último minuto van a tener chance. Tiene una cierta verdad y, a la vez, es falso. Suena que yo me voy a predicarle a esa persona que no quiere saber de Dios, pero está para morir, y yo le digo: “acepta a Cristo”, y lo hace, repite conmigo la oración. Pero no lo hace porque está arrepentido, lo hace simplemente porque le estoy dando una opción antes que se muera. Eso no es aceptar a Cristo. ¡Cuidadito! A veces nos hacemos esa idea: “mi pariente al final se arrepintió porque cerró los ojos y repitió la oración”. Repetir simplemente una oración no hace que yo nazca de nuevo. Para que haya un arrepentimiento verdadero, tiene que haber un tiempo más o menos regular, donde la persona durante ese tiempito tiene chance de quebrantar ese duro corazón, rendirlo a Cristo, confesarlo como Señor y Salvador, nacer de nuevo. Entonces alcanza la vida eterna.
Lista de aquellos que creen que son la iglesia, pero no lo son:
Gálatas 6:1
En este pasaje nos dice que si yo viera a mi hermano(a) andando por el camino, primero debo hablarlo con él o con ella y no debo ir directamente al pastor porque no es el orden bíblico. Porque después se vuelve un chisme, y luego lo sabe toda la iglesia. Mejor hagamos conforme lo dicen las escrituras para evitar problemas.
1 Tesalonicenses 2:7
¿Qué es el misterio de la iniquidad? En la Biblia aparecen dos misterios semejantes. Uno lo habla Pablo: es el misterio de la piedad, que se refiere a Cristo; toda la obra de expiación de nuestro Señor, de cómo nos llevó a reconciliarnos con el Padre. Pero a la vez existe un misterio que es contrario: el misterio de la iniquidad. Es pecado, pero usted va a ver en la Biblia que a veces aparece la palabra iniquidad y pecado separadas, pero tiene algo más. Tiene un poquito más porque iniquidad es el pecado del corazón y que mora en la persona. Entonces, iniquidad es malicia. Yo puedo estar callado, pero en mi corazón pienso hacer maldad y no puedo quedarme tranquilo. O sea, ya está en acción. Dice la Biblia que el misterio de la malicia, de la maldad, solo que lo que detiene a esa malicia es el Espíritu Santo en la iglesia. Busquemos de su presencia cada día para lograr llegar a la meta.