¿Cómo es la iglesia que Dios quiere? (Parte 2)

Juan 17:1 “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. 3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.

Aquella oración que nuestro Señor Jesús está haciendo es con tanta intensidad que sus discípulos lo están escuchando porque ellos lo escribieron. Es una oración 100% intercesora, Jesús está hablando “por los que me diste” dice el Señor, hace referencia a la iglesia, al cuerpo de Cristo.
La iglesia que Dios quiere tiene que ser santa, pura, gloriosa, sin mancha y sin arruga. Todo eso lo dice la Biblia. Sin mancha y sin arruga. Ahora, analizando la palabra “arruga”, esta hace referencia a la desunión.

En el versículo 6: He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra”. O sea, la señal de que somos de Dios se muestra cuando guardamos su palabra. No es que cantemos, no es que toquemos instrumento, o que vengamos al culto, o que no hagamos sacrificios. Se muestra cuando obedecemos su palabra, la pongamos en práctica en nuestra vida.

En el versículo 9: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son”.

Jesús no ruega por las personas inconversas (las que están en el mundo). ¿Y cómo llegan a convertirse estas personas? A través del poder del Espíritu Santo.
El ruego de Jesús es para aquellos que le pertenecen, por los que son hijos de Dios. Entonces es necesario pensar si nuestras acciones glorifican a Dios.

A veces nosotros nos preocupamos más de las formas que del testimonio de la persona, que del carácter de la persona. Decimos “esto no se debe hacer en la iglesia”, pero lo que hacemos en nuestras vidas muchas veces está mal, es lo contrario a lo que hablamos.
Dios no quiere una iglesia religiosa, porque la religiosidad en lugar de unir provoca división. En lugar de sanar, destruye. En lugar de bendecir, no bendice.

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En el versículo 11: Y ya no estoy en el mundo; mas estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”.

Cuando Cristo dice “para que sean uno”, está usando la palabra “arruga”. Es la misma palabra cuando la Biblia dice que seamos una iglesia sin mancha y sin arruga, o sea sin contaminación, más bien con unidad.
La iglesia que Dios quiere es unida, vive en el mismo espíritu, donde uno ame a su hermano, como lo he enseñado reiteradas veces. Si tengo algo que corregirle a mi hermano, no debo decírselo a un hermano tercero. Si tengo que decirle algo, voy y se lo digo de frente, en un lugar aparte, y si el aludido es humilde va a aceptar su error. Pero si no es así, ese ya es asunto entre la persona y Dios, y si el pecado continúa, tendré que ir con testigos. Y si continúa, ahí puedo ir al Pastor.

Continuando con el versículo 11: Jesús está aclarando que los que son su pueblo no son de una denominación o iglesia, son aquellos a quienes el Padre entregó a Jesús. Tampoco es el nombre de la denominación lo que los hace su pueblo, ya que el nombre no dice cómo uno está delante de Dios. Por eso Jesús les dice a los discípulos “ellos tienen nombre de que viven, nombre de vida, pero están muertos”. “Somos la iglesia de Sardis”, nombre de que viven dice el Señor, y están muertos en sus pecados, pues no se querían arrepentir.
Dios no quiere nombre o denominación. Quiere que de verdad seamos de él.

Versículo 14 al 18: Este es el pasaje donde más aparece la palabra “mundo”, pues de ahí sale la palabra “mundano(a)”. Además, hace una diferencia entre el que es de Dios y el que no es de Dios. Porque tiene que haber una diferencia con la gente de afuera; un cristiano no puede ser igual que los inconversos. Más bien, tiene que esforzarse por parecerse a nuestro Señor Jesucristo en su carácter, en la santidad y en su amor. Por ello tiene que haber una diferencia grande y abismal, como de blanco a negro. Lo que se practica en el mundo, en la casa de Dios no puede estarse practicando. Puede suceder una vez porque hay caídos en las congregaciones, renegados para gente que no tiene a Cristo. Pero tiene que haber muchos que amen a Dios, muchos que se guarden para Dios y que sean diferentes.

En el versículo 20: Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Por ello debemos guardar nuestro testimonio y nuestra vida como cristianos, para que la gente inconversa pueda también creer que solo el Señor Jesucristo cambia y transforma las vidas de los hombres, y que es un proceso el cambio que se vive. Por ello somos diferentes, porque Dios no nos salvó para ser iguales a como éramos antes, con todos los demonios influyendo en nuestras acciones. Esos demonios que teníamos metidos tienen que haberse ido ya, en el nombre de Cristo. Por eso la palabra dice “y no deis lugar al diablo”. Nos dice así para que usted y yo no le abramos puerta. Significa que cualquiera se la puede abrir y darle lugar cuando deja entrar a su vida algo que usted sabe que le pertenece a Satanás.

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En el versículo 22 al 24: Hay congregaciones que hacen culto todos los días, pero no son cristianos todos los días. Nosotros hacemos culto tres veces a la semana, pero seguimos siendo cristianos. Entonces, si haces culto personalmente todos los días es porque Cristo está en ti todos los días, trabajando, hablándote. Eso es lo importante, que nos consagremos al Señor.
No esperemos que convoquen ayuno o vigilia para recién buscar a Dios. Cada uno de nosotros debemos tener nuestra búsqueda personal con nuestro Señor, ya que todos los días somos tentados, batallamos con nuestra propia carne, nuestra naturaleza caída, con nuestros ojos, mente y boca. Por ello debemos vigilar y orar para no caer en tentación (Mateo 26:41). Y no es obligatorio que sea por muchas horas, sino que tiene que ser un tiempo de calidad hasta que sientas su presencia, hasta que Dios te hable por medio de su palabra.

En el versículo 26: Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos”. Todo este pasaje habla del yo en ellos, yo en Dios, tú en mí. O sea, es como si todos estuvieran entrelazados, unidos. Así habla Cristo, una unidad tremenda.
Para entenderlo mejor: ¿qué pasaría cuando algunos cristianos buscan a Dios y otros no lo hacen? ¿O cuando vienen y otros vienen una vez al mes o a la semana?

¿Qué pasa si tú estás caminando por un puente colgante y en el camino hay algunos palitos sueltos que no puedes pisar? Si los pisas, se van a caer, pero los que están bien agarrados no se van a caer. Entonces, ¿por qué Jesús habla de la unidad y habla de guardarse y vivir una vida en santidad? Porque cuando uno está en pecado afecta a aquel que no. Por ejemplo, si empiezo a hablar mal de mi hermano(a) a alguien más, le va a afectar, me guste o no. Si tú eres cristiano y das mal testimonio afuera, te llevarás almas al infierno. Cuando estás caído y viviendo en pecado, tú no estás unido a la Iglesia de Cristo.

Cuando a Pedro lo encarcelaron, los hermanos se reunían y oraban toda la madrugada, hasta que un ángel apareció, las cadenas se cayeron, los barrotes se abrieron y Pedro salió. Cuando él llegó a la casa, los hermanos seguían orando. Una muchacha llamada Rode lo reconoció y cerró la puerta para avisar a los hermanos que Pedro estaba afuera, que estaba libre. Y lo dejaron pasar.
No era uno el que estaba orando por Pedro, toda la iglesia estaba respaldando a Pedro. Había unidad.
Si tal hermana está pasando una prueba, todos estamos pasando esa prueba. Unidad en el espíritu, debemos permanecer unidos con los hermanos que no tienen las posibilidades que tenemos nosotros. Debemos estar unidos con los hermanos que son más pobres, unidos con los hermanos que no tienen a quién recurrir. Y sobre todo, unidos entre nosotros. Donde yo pueda llevar la carga de mi hermana y también traerle una palabra de aliento, de ánimo, de consuelo.
Permanece fiel hasta que Cristo venga por su iglesia y guarda tu corazón porque de él emana la vida.

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